A sus 85 años Antonio, con todo el tiempo libre que le otorga su incapacidad para moverse con facilidad, se deja arrastrar por los laberintos de la memoria y rescata de sus recuerdos aquellos objetos familiares que hoy ya han desaparecido de nuestras casas o de nuestros oficios. Cuando coge un trozo de madera pasa unos días dándole vueltas hasta que, sin decir nada, le vemos con su sierra o su navaja cortando por aquí, pegando por allá, incluso reciclando algún motorcillo de otro juguete… y un día lo pone en marcha ante nosotros y con los ojos brillantes de emoción nos explica su funcionamiento: es un molino de aceite.
Sus recuerdos se desbordan y habla de su infancia y mocedad cuando trabajaba de mozo de mulas en una de las casas de labradores más ricos de su pueblo, Aceuchal, en la provincia de Badajoz. Enseña con orgullo su pequeña obra y revive episodios de los años veinte y treinta: la abundancia de algunas cosechas, la escasez de otras, el estraperlo, el abuso de autoridad de la guardia civil en los años del hambre, los depósitos escondidos en las casas, las dificultades para sobrevivir a las expropiaciones del estado; los sistemas de medida de capacidad, el sistema de trabajo, los jornales.
Y mientras tanto le escuchamos con avidez conscientes de que ese mundo se irá con él y queremos retenerlo tanto como podamos para entregárselo a nuestros hijos e hijas en herencia.
Y mientras tanto le escuchamos con avidez conscientes de que ese mundo se irá con él y queremos retenerlo tanto como podamos para entregárselo a nuestros hijos e hijas en herencia.
1 comentario:
Gracias por la visita.
La memoria... esa que nos falla cuando menos debe.
Un blog interesante.
Dime un correo eléctronico y me pondré en contacto.
Saludos.
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